“Bogotá es una ciudad diseñada para las parejas”
, me dijo Valentina, una mujer de Caracas que conocí hace poco.
El frío, la rudeza. La ciudad empuja a buscar refugio en la compañía de alguien más. Al lado de las montañas, donde el viento se cuela en casas que no están diseñadas completamente para el frío. La puerta se cierra, y adentro, las personas buscan momentos de arrunche.
Y aunque Bogotá también es una ciudad vibrante, con una agenda cultural movida los fines de semana, su atmósfera parece estar diseñada para vivirse mejor de a dos.
Esa reflexión me quedó dando vueltas: ¿Es el clima? ¿Es la estructura de la ciudad? ¿O es simplemente que hemos aprendido a vivir así? Lo cierto es que Bogotá se habita más fácil cuando hay a alguien al lado.
No es solo la clásica salida al cine o una mesa para dos en WOK. Vivir en Bogotá de a dos es una cuestión de sobrevivencia. Cuando llueve, es mejor que alguien me cubra la cabeza con su sombrilla. Cuando camino por ciertos barrios, prefiero estar en compañía. La inseguridad se huele en ciertas esquinas, estar acompañado da un tipo distinto de calma.
Para muchos, estar sin pareja es una experiencia incómoda, casi como si se desentonara con el ritmo de la ciudad. Aunque el clima ha cambiado en los últimos años —ya no es tan frío ni tan lluvioso como antes—, la estructura de Bogotá sigue afectando la forma en que se vive.
Es una ciudad madrugadora de lunes a viernes, donde las actividades nocturnas son limitadas. La vida social parece apagarse después de las 10pm. ¿Alguien encuentra abierto un restaurante un martes a las 10:30pm? Esto contrasta con otras ciudades como Buenos Aires, donde las luces nunca se apagan y siempre hay algo por hacer.
Quizás esa quietud nocturna de Bogotá es lo que impulsa a las personas a buscar compañía antes de ir a la cama. Un deseo de encontrar a alguien para compartir ese último momento del día. Más allá del romance, es una necesidad básica: alguien con quien calentar el cuerpo y el alma.
Bogotá parece estar diseñada para irse un miércoles debajo de las cobijas a entrepiernarse en un plácido arrunchis. Su clima, sus dinámicas sociales y hasta sus calles nos empujan a buscar la cercanía de otro.
Aunque Bogotá tiene vida, cultura, actividad, cuando el sol se esconde tras los cerros, lo que muchos realmente buscan es no estar solos. En este lugar duro y frío, al final del día, la compañía lo cambia todo.
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