En el retiro Volviendo al Ser, además de unos días lleno de amor y experiencias de crecimiento personal, recibí el regalo de la amistad de dos seres hermosos. Las compañeras del Ser, Carolina y Yesica.
No importó que recién nos conociéramos, sentimos una apertura para compartir qué amábamos hacer, o responder sin tapujos cuál sería nuestra siguiente aventura. Las casualidades no existen y el encuentro con ellas abrió de la mejor manera los siguientes cinco días.
Fue gracias a la amabilidad de Caro que cambiamos de habitación.
Ella generosamente nos compartió a Aura y a mí su historia con el cáncer. Con alegría nos contó qué significa tocar campana en el proceso de sanación. Su voz potente y con una proyección que abarcaba toda la habitación 232 nos subió el ánimo. Desde el momento cero, nos mostró su talento para comunicarse con todo su ser, un alma expresiva en busca de un escenario.
Salimos a caminar por la Casa de Encuentros, nos encontramos con una linda escena.
En una silla sentada e iluminada por una suave luz estaba Yesica, al lado del espejo de agua. Ella estaba apacible, observando a su alrededor el lugar en el que estaba sentada. No quisimos interrumpir su momento de tranquilidad. Con tacto le preguntamos si quería acompañarnos a explorar. Para nuestra fortuna dijo que sí.
No nos imaginamos que ella era la guía perfecta, pues ya había explorado todo el lugar. Sabía dónde quedaba el restaurante, el lugar de la fogata, hasta dónde estaba el baño más cercano. Entendimos por su manera de conocer los lugares, por qué se había dedicado a la ingeniería ambiental, tiene una capacidad para reconocer la geografía del espacio.
En ese lugar nos encontramos los Seres Holísticos, en una silla acompañados por un lindo jardín. Uno que en ese momento lucía más bello por la amistad que recién empezó a florecer.
Con este texto agradezco el encuentro tan sincrónico que nos acompañó, sería más largo de lo necesario para un blog todo lo que aprendimos gracias a ellas. Eso quedó en nuestros corazones.
Quiero dedicarles estas palabras a cada una, agradecer por su presencia y expresar mi deseo de aprender a domesticarnos. Dejo aquí un recordatorio de la importancia de cultivar lazos, como lo enseñaba el Zorro al Principito: