Así como cepillo mis dientes, también quisiera limpiar mi mente. Durante el día entran a mi boca diferentes alimentos. Cada mordisco, cada sorbo deja una mancha. Se recomienda una higiene bucal para que no salgan caries.
Ha sido tan aceptado socialmente el hábito de cepillarse los dientes que nadie cuestiona cuando se hace varias veces al día. En mi caso, procuro que sean mínimo dos veces. Antes sólo lo hacía en la noche, mi novia me convenció de también hacerlo en la mañana.
Tras pasar el cepillo sin crema, después con crema dental y algunas veces con seda entre las encías; siento frescura al instante. Frescura al instante, suena como un eslogan de una campaña publicitaria de Colgate. Esa es mi asociación con cepillarme los dientes.
Mi mente también se ve expuesta a pensamientos, ideas y emociones que dejan rastros. Como el agua y la tierra que se agitan puede resultar en agua turbia, quisiera alcanzar claridad al instante en mi mente. De antemano sé que no hay fórmula mágica. Meditar requiere persistencia.
Estoy aprendiendo a meditar como si fuera al odontólogo por primera vez. Estoy tomando el curso Aprende a Meditar. Mi profesor y guía, Tom nos enseñó el el mantra Samma Arahang
: ”el camino correcto para llevar la mente a la calma”.
Ésta es una de las técnicas que ayudan a evitar la distracción. Mientras medito, repito internamente el mantra. Así logro pasar el cepillo por los pliegues de la mente, como quien limpia las impurezas que se acumulan durante el día.
Si la higiene bucal son dientes limpios y blancos, la claridad después de meditar es una mente clara y brillante.