Hace un mes, Laura y yo celebramos tres años juntos. Lo hicimos como solemos hacerlo: con un viaje, con un ritual y con la certeza de que el amor es algo que se cultiva.
Nos sentamos frente al fuego, escribimos palabras que queríamos transmutar y dejamos que la fogata las convirtiera en algo nuevo. Ese instante fue una representación de lo que ha significado nuestra historia: un fuego que transforma.
Hoy 23 de febrero de 2025, en este aniversario mensual, quiero compartir una parte de esa celebración, pero sobre todo quiero hablar de ella.
De Auraluna.
Porque a lo largo de estos tres años ha sido mucho más que mi compañera de viaje, ha sido una maestra, un espejo y una de las personas más importantes de mi vida.
Antes de ella, el autoconocimiento era algo que transitaba de manera intelectual. Con ella, se convirtió en algo tangible, una práctica diaria. Me enseñó el poder de los rituales, de darle intención a los momentos, de hacer pausas para habitar el presente.
Me ha mostrado que el arte no es solo algo que se admira, sino algo que se vive y que se puede crear. Gracias a ella aprendí la palabra “sublimar”. Desde entonces, la he convertido en una filosofía de creación: transformar lo que siento en algo, en palabras, en dibujos, en pinturas, en amor.
Nuestro camino ha estado lleno de viajes, de paisajes nuevos, de noches bajo cielos estrellados y de caminatas en la montaña. Pero lo más hermoso es que también ha estado lleno de lo cotidiano, de desayunos compartidos, de lecturas en voz alta en la cama, de los pequeños actos que construyen un hogar en cualquier lugar donde estemos juntos.
Hoy, desde el mismo lugar donde hace un mes dejamos nuestras palabras al fuego, quiero agradecerle. Por traer a mi vida más conciencia, más arte, más rituales, más amor. Por ser un refugio y un portal al mismo tiempo.
Lunita, gracias por caminar conmigo.
Por estos tres años y un mes maravillosos.
Siempre sale el sol ☀️ contigo 🌝