En un mundo donde la creatividad es nuestra herramienta más poderosa, podemos elegir un camino diferente, uno que no dependa de un sistema que mata y explota a los animales. Como humanos, tenemos la capacidad de vencer nuestra vanidad, comenzando por algo tan fundamental como lo que ponemos en nuestro plato.
Es posible ampliar nuestro círculo de respeto hacia todos los seres vivientes.
Durante dos días aprendí en el taller Sabores de la Tierra 7, cómo hay alternativas para pensar mejor, comer mejor y actuar mejor.
El taller de cocina vegana fue liderado por Migue y su mamá Alicia, ellos me mostraron con amor una realidad distinta. Migue sembró la semilla y Alicia la está cultivando en Casa Madre Raíz. Enseñando con el ejemplo y la buena comida que podemos vivir de manera diferente.
Migue: el que siembra
Conozco a Miguel Buitrago desde 2017, coincidimos en un proyecto donde él diseñaba y yo hacía la página web. El viejo Migue, como lo saludo desde entonces me invitó a su casa en Sotaquirá desde hace ya un buen rato. Íbamos a asistir al Taller 6 a finales de junio, pero la vida no lo permitió. Sin embargo, lo que sucedió entre el 30 de agosto y 1 de Septiembre fue el fin de semana perfecto, para mi prometida Laura y para mí.
Siempre había percibido a Migue como alguien curioso y creativo, su trabajo lo demostraba. Me acuerdo de su espíritu aventurero y explorador. Tanto hacia afuera con sus Cinco Mochilas, como hacia adentro desde su consciencia con los alimentos.
“La empatía no me daba para eso”
- Migue (sábado 31 ago, 2024)
Los ires y venires de la vida de Migue hicieron que él se preguntara hace 11 años, por qué había algo en su actuar que no encajaba. Durante el primer día nos compartió algunos ejemplos. Trabajar en un restaurante donde cocinaban carne todos los días o comprender cómo la deforestación derivada de la ganadería intensiva afectaba el Amazonas. Mientras tanto, en sus años de estudiante de Diseño en la Universidad Nacional se acumulaban las preguntas.
Un día todo hizo clic y decidió no volver a comer carne. Su familia pensó que se la había fumado verde. En realidad, Migue desde ese momento inició a comer más verde y aclarar su mente. El cambio y la fricción se sirven en el mismo plato. A Alicia eso no le cuadraba, pero el amor de una mamá no tiene límites, y así con todo, le hacía una comida sin carne al nuevo Miguel Angel vegetariano.
Tras muchos años, desde el ejemplo le demostró a sus dos hermanos, su mamá y su papá que dejar de comer productos derivados de los animales era posible. Logró que ellos se sumaran al cambio. Nos compartió la pregunta que convenció a Alicia durante un almuerzo en familia: “¿mamá, por qué comes cadaver?”
Esa expresión contundentemente cierta, llegó hasta la mente de su mamá. Cada trozo de un animal que está en un plato, no es otra cosa que la parte de un cadaver animal. Y fue así con este tipo de anécdotas que en el taller Sabores de la Tierra, empezó a calar en mí el mensaje.
La coherencia resuena desde entonces: si soy capaz de ser amoroso con mis gatos (Sol Tomate y Luz Cometa), ¿por qué no extiendo ese mismo amor a las vacas que sufren al perder a sus crías y son esclavizadas para darnos leche? Seguramente es porque esos millones de vacas que han muerto, no les he puesto nombre y por eso me cuesta generar empatía.
Las historias y el ejemplo amoroso fueron el ingrediente secreto para este cambio de consciencia.
Una reflexión que Migue compartió, fue sobre la conexión que podemos establecer con la tierra a través de la agricultura orgánica. Todo comienza con el cuidado del suelo, con la tierra de la cual venimos y a la cual podemos regresar de una manera más profunda si adoptamos una dieta que respete a los animales.
Esa conexión con la tierra y sus frutos es un recordatorio poderoso de cómo podemos vivir en armonía con nuestro entorno.
Durante varias horas aprendimos cómo lo que nos da la tierra es fuente de proteína para que llegue a nuestra boca. Aprendimos los básicos de la comida vegana, cómo hacer un caldo delicioso de verdura que nos sirva de fondo para otras preparaciones. Manera prácticas de hacer cubos vegetales llenos de sabor.
Por fin aprendí a hacer un ajiaco sin tener que comprar una gallina muerta. También degustamos deliciosas leches vegetales para preparar deliciosos chocolates para el desayuno. Saboreando una gama de sabores más ricos que la leche de vaca esclavizada.
Escribiendo esto, me doy cuenta cómo ahora puedo entender que para hacer un ajiaco, hubo un acto violento para tener pollo desmechado o cómo ese espumoso chocolate con queso, fue producto de maltratar una vaca que está toda su vida obligada a producir leche. Me estoy dando cuenta que la semilla que Migue sembró, con estas palabras está germinando.
Alicia: madre y raíz
Una semilla sin tierra y agua, no será raíz. Aquí es donde brilla la madre de la Casa: Alicia, una mujer que representa las virtudes maternas del cuidado, la protección y ser fuente de vida. Ella nos decía que cocinar es un acto de amor, y sí que estuvimos consentidos con cada una de las seis comidas que disfrutamos.
Durante la introducción del taller, Alicia nos contó su historia de vida. Una cocinera con una carta de presentación que deleitó nuestro paladar, pues experimentamos esos 35 años de experiencia en la cocina. No sólo abrió nuestra perspectiva con el alimento que nos servía, sino con el testimonio que compartía.
Ella es testimonio vivo de cómo el estilo de vida que se basa en alimentación con productos derivados de los animales puede poco a poco desarrollar enfermedades crónicas.
La historia que más me conmovió fue la de Tavo, ayudando a una vaca a dar a luz.
solo para que días después su ternero fuera llevado al matadero. Los mugidos desesperados de una madre -contados de manera emotiva por Alicia- que perdió a su hijo me tocaron el alma, llevándome a las lágrimas.
También quiero destacar la historia de Migue. Enfrentarse a la incoherencia entre lo que creía y cómo comía fue el primer paso. No desde una superioridad moral, sino desde el ejemplo y la acción, Migue comenzó a cambiar su relación con la comida y cambió a toda una familia. Esa transformación, silenciosa pero poderosa, es verdaderamente inspiradora. Tocó el alma de las 11 personas que tomamos el taller.
Finalmente, quiero agradecer con este texto al grupo con el que compartí este viaje. Desde la primera cena, cada quien abrió su corazón y mostró lo que ama hacer. Fue un privilegio conectar con ustedes desde esa curiosidad compartida por habitar el mundo de una manera diferente.