¿Se descubre o se construye el propósito de vida?
Farid Dieck me hizo pensar en esto con su escrito. Su respuesta: una mezcla. A veces lo encontramos. Otras veces lo construimos.
La pregunta no es nueva. Los esencialistas dirían que el propósito está ahí, esperando a que su esencia ser descubierta. Platón hablaba de encontrar el bien. Aristóteles de la eudaimonía, esa vida plena guiada por la virtud. Desde esta visión, nuestra tarea es descifrar lo que ya está escrito.
Los existencialistas no lo ven así. Sartre decía que la existencia precede a la esencia: nacemos sin un propósito definido y, a través de nuestras elecciones, lo construimos. No hay un sentido que descubrir, solo el que decidimos crear.
Byung-Chul Han va más allá: el problema no es si el propósito se encuentra o se construye, sino si podemos darle una narrativa al tiempo que vivimos. Apreciar el aroma al paso del tiempo.
Sin historia, sin hilo conductor, la vida se vuelve una sucesión de momentos dispersos, sin dirección.
Y aquí está el gran problema de nuestro tiempo: la distracción. Redes sociales, gratificación instantánea, el scroll infinito que nos atrapa en un presente sin pasado ni futuro. Lo escribí en Despegarse del algoritmo: nos anestesian, nos hacen sentir ocupados sin realmente avanzar.
Viktor Frankl advirtió: cuando un hombre no puede encontrar sentido, se adormece en la gratificación inmediata. Sin propósito, la dopamina se vuelve la opción por defecto.
Si no elegimos nuestro propósito, alguien más lo hará por nosotros. ¿Estamos viviendo nuestra vida o simplemente dejando pasar el tiempo sin olerlo?